Como industria, algo que nos hace atractivos es justamente el lugar donde estamos y el talento. La industria necesita talento, tanto local como global, y la zona en la que nos ubicamos es espectacular para vivir. Es un lugar donde las familias pueden desarrollarse y, lógicamente, todo el sector disfruta del entorno. Además, convivir en una zona turística tan relevante nos genera un compromiso aún mayor para hacer bien las cosas. La industria química en Tarragona, en general, y especialmente la que represento aquí, está comprometida con la transición ecológica y energética. No por moda, sino por supervivencia, especialmente en Europa. Debemos descarbonizarnos, electrificarnos y lograr que la economía sea circular, porque no hay recursos infinitos para toda la humanidad.

Tenemos grandes retos por delante: seguir siendo competitivos, seguir suministrando a los mercados y, como vimos durante la pandemia de COVID-19, mantener la autonomía estratégica. El sector químico no se detuvo; la industria aporta autonomía estratégica a un país y nos permite responder a las necesidades locales cuando no había movilidad. Esa autonomía estratégica es hoy relevante porque el 60% de lo que producimos aquí en Tarragona se exporta. El 70% de los movimientos en el puerto están relacionados con la industria química.

Nuestro reto para los próximos años es: ¿cómo descarbonizar la industria?, ¿cómo electrificar los procesos y, sobre todo, ¿cómo hacer que la economía sea circular? Circular significa que los residuos se convierten en materias primas. Nos sentimos orgullosos, porque en Tarragona fuimos pioneros en 2007, cuando se creó el consorcio que garantizó el abastecimiento hídrico en la zona mediante el CAT y el mini trasvase del Ebro, logrando disponer de agua de calidad. En 2007, durante el auge inmobiliario, fue el año de mayor consumo de agua del Ebro, lo que nos hizo prever que podríamos tener un problema con el límite de agua que tenemos concedido por la Confederación Hidrográfica, que abastece tanto a la industria como a la población local.

En ese momento, la industria química decidió apostar por el reciclaje de agua mediante tecnología. En octubre de 2012, a través de nuestra empresa ITASA, que gestiona el agua industrial, se puso en marcha una planta de reciclaje de agua urbana, tratada en la depuradora de Vila-seca, Salou y Tarragona. Esta agua, una vez tratada, alcanza una calidad superior para uso industrial que la del agua del Ebro, y se utiliza en la industria desde 2012. Hoy hemos alcanzado la capacidad máxima de la planta, unos 6 hectómetros cúbicos al año. El agua del Ebro que tenemos autorizada es de alrededor de 90 hectómetros cúbicos anuales, de los cuales poco más de la mitad es para abastecimiento municipal y unos 32-33 hectómetros cúbicos al año para uso industrial. Desde 2012, de esos 33 hectómetros cúbicos que deberíamos haber extraído del Ebro, 6 provienen de agua reciclada urbana de Tarragona, Vila-seca y Salou.

Este modelo ha demostrado ser funcional, aunque el agua reciclada es más cara, ofrece una calidad química superior que requiere menos aditivos y purgas, lo que la hace ideal para procesos no relacionados con el consumo humano. Este sistema puede replicarse en cualquier depuradora municipal para asegurar que se dé una segunda vida al agua.

Como sector, estamos en marcha para ampliar esta planta de tratamiento de 6 a 9 hectómetros cúbicos, lo que esperamos alcanzar a finales de año. Esto significa que se necesitarán 3 hectómetros cúbicos menos de agua del Ebro. Además, en este momento, muchos municipios que antes contaban con pozos están solicitando agua del CAT porque sus pozos están secos. El hecho de que la industria deje de usar esa cantidad de agua beneficiará a esos municipios.

El siguiente paso en el que estamos trabajando es el reciclaje de nuestras aguas residuales industriales. En el último año, hemos consolidado todas las aguas residuales en un único punto para su tratamiento, lo que nos permite cumplir con los exigentes límites europeos antes de verterlas al mar. El objetivo es tratar esas aguas residuales y luego reciclarlas para reutilizarlas en la industria, lo que nos permitirá cubrir más del 40% de nuestras necesidades anuales de consumo de agua. En términos concretos, del 100% que consumimos del CAT (agua del Ebro), 16 hectómetros cúbicos al año serán agua reciclada de distintas fuentes.

Esto no solo es un logro nuestro, sino que demuestra que es replicable: cualquier municipio puede implementar un modelo en el que las aguas residuales no se pierdan, sino que se reciclan para distintos usos. La tecnología para hacerlo ya está disponible, y en los próximos años debe consolidarse este enfoque en el que el agua, al igual que los residuos sólidos, tenga múltiples usos.

Por último, como parte de los objetivos de sostenibilidad de las Naciones Unidas, el número 17 promueve la colaboración. Este es un desafío que involucra al territorio, al país y a la sociedad. Todos debemos trabajar juntos, utilizando la tecnología y convenciendo a la sociedad de la importancia de hacer sacrificios, y a las autoridades de regular y construir las infraestructuras necesarias. Las grandes corporaciones también deben ver en estas inversiones el camino hacia un futuro sostenible.

Es un reto enorme, pero la parte positiva es que tenemos un plan, sabemos qué queremos hacer, y los próximos 10 años serán clave para hacerlo posible y disfrutar de un mundo mejor.

Ignasi Cañagueral
Presidente de la AEQT