Haciendo referencia a las relaciones entre la industria y el turismo, desde un punto de vista nuevo, siempre hemos abordado la cuestión como una relación problemática compleja. En un territorio relativamente pequeño, conviven una industria tan compleja como la química con un sector turístico tan potente y dinámico. En muchas ocasiones, se ha puesto como ejemplo de buena combinación y relación, ya que se ha sabido encontrar a lo largo de la historia, no sin problemas y abordando muchos debates y situaciones complicadas, una acomodación que sirve como modelo. Sin embargo, ahora hay un cambio de paradigma muy importante en el contexto del cambio de era que estamos viviendo, como el cambio climático, la revolución de la sostenibilidad, la transición ecológica y, al mismo tiempo, la transformación digital. Estos factores hacen que ambos sectores puedan encontrar nuevas oportunidades, trabajar sobre retos conjuntos y hallar en este trabajo posibilidades y soluciones conjuntas.

En cierta manera, la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible configuran una agenda programática del conjunto de la humanidad. No le hemos dado la importancia que tiene, pero nunca en la historia la humanidad había tenido una hoja de ruta, unos objetivos pragmáticos, programáticos y cuantificables a los que aspirar. Hace 75 años, cuando René Cassin y Eleanor Roosevelt impulsaron la Declaración Universal de Derechos Humanos el 10 de diciembre de 1948, René Cassin decía: “A cada uno que le pregunto el porqué de los derechos humanos, me responde de una manera diferente. La concepción cristiana, la concepción islámica, la concepción socialista, cada uno lo ve de una manera diferente para liberar a las personas. Cada uno me da una explicación diferente, pero hemos sido capaces de ponernos de acuerdo en 30 artículos iguales que hacen mejor la vida en la tierra”. Pues los Objetivos de Desarrollo Sostenible, más allá de todas las cosmovisiones que conviven en el planeta, han sido capaces de definir unos objetivos para que todos podamos vivir con mucha más calidad y dignidad.

Teniendo como trasfondo estos dos grandes cambios que van a transformar nuestras formas de vida, como son la revolución o la transición ecológica y la revolución digital que se produce con las nuevas tecnologías, el turismo cambiará. Realmente, la búsqueda de experiencias más humanas, de bienestar, de espacios donde se transmitan formas de vida auténticas, donde se pueda tener contacto con kilómetro cero, con experiencias familiares, con experiencias intergeneracionales y con la belleza de los espacios, hará que las ciudades turísticas se conviertan en repositorios de la civilización del bienestar. Nosotros mismos, después de llevar una cotidianidad muy digital fuera del espacio de lo real, encontraremos en el turismo la conexión última con lo real.

Esto tiene su importancia, porque también será una transmisión de valores, de humanismo, de querer ser nosotros mismos. Los municipios turísticos, y yo creo que son un ejemplo, están haciendo una transición de un concepto de turismo de masas, de turismo de sol y playa, a este turismo humano de experiencia. Están redescubriendo su identidad y la industria, al mismo tiempo, está haciendo una transición hacia la economía circular, hacia la no generación de residuos, hacia la descarbonización y hacia un tratamiento adecuado del agua, lo que hace que aquí aparezcan muchas sinergias y retos comunes.

Después del 2015, con la gran conferencia de Naciones Unidas donde se proclamaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible, la primera conferencia que celebró Naciones Unidas en 2016 en Quito fue la tercera conferencia sobre vivienda y desarrollo sostenible -Hábitat III-. Allí, lo que se hizo fue trasladar los ODS a la ciudad. Nuestros municipios y ciudades son la solución para los problemas que tiene la humanidad y, por lo tanto, es el terreno donde se materializarán los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Santi Castellà Surribas